EL ORFANATO DE TERRANOVA


Terranova era un pequeño pueblo de gente adinerada, alejado de la diversión y de las grandes ciudades. - Creo que este será un buen lugar para recuperar mi paz, ¿será que realmente esto es lo que necesito? - repetía en mi mente cada vez que se acercaba la fecha de mi viaje. 

Vivía a dos horas de distancia y, antes de mudarme, investigué a fondo dónde sería mi próximo destino. Recordaba que mi familia solía viajar de Terranova a la ciudad donde vivía y que de pequeña, mi tía mencionaba el lugar con cierta tristeza, hablando de cosas de las cuales nadie quería discutir, como si fueran un secreto a voces o algo así, también solía mencionar que nadie se ha hecho cargo del pueblo, que básicamente los adinerados eran los únicos que podían hacer y deshacer del lugar.

"Estaba a punto de irme, pero antes de dar el paso definitivo, me detuve frente a tía Rebeca. La miré, tratando de captar cada detalle de su rostro, porque sabía que, a partir de ese momento, todo cambiaría. El lugar, que había sido mi hogar durante tantos años, quedaba atrás, pero ella, mi tía, era lo único que no podía dejar ir tan fácilmente. Con el nudo en la garganta, las palabras me salieron entrecortadas. 'Te voy a extrañar, tía.' Ella me sonrió, aunque sus ojos se llenaron de lágrimas. Me abrazó con tanta fuerza que sentí como si quisiera guardarse un pedazo de mí, Al separarme de su abrazo, di un paso atrás y la miré una última vez.  Respiré hondo, me giré y comencé a alejarme, despidiéndome en silencio de un capítulo de mi vida que ya no podría recuperar."

"Durante el viaje, sus palabras no dejaban de resonar en mi mente: 'Hija, solo recuerda no hablar de lo que sucede en el pueblo. Mantén los ojos bien abiertos y sigue adelante sin meterte en problemas.' A pesar de la insistencia de sus consejos, traté de no darle demasiada importancia a las dudas que comenzaron a surgir sobre el pueblo. Intenté mantenerme enfocada en mi camino, sin dejar que esos pensamientos nublaran mi determinación de seguir adelante."

"El paisaje se fue tiñendo de un verde vibrante, mientras las nubes desplegaban su tono más celeste y el sol, radiante, se reflejaba en los pequeños charcos dispersos por el vasto bosque que surgía a medida que me acercaba a mi destino. A lo largo del camino, se destacaban los girasoles, las ardillas jugueteando entre los árboles y una variedad de rosas que danzaban al ritmo del viento."

 Antes de mudarme a Terranova, era profesora de bachillerato en mi antigua ciudad. Aquí, en este nuevo lugar, asumiría el liderazgo de dos cursos eso realmente era un crecimiento tanto personal como económico. 

"Recuerdo con claridad el día en que llegué: don Arturo abrió las imponentes puertas negras de hierro forjado, que daban la sensación de pertenecer a otra época. El sonido que emitieron, delataba su antigüedad, sin embargo se mantenían conservadas."

 Al cruzar esas puertas, me recibieron niños uniformados, algunos regando el césped y otros recogiendo la basura. Parecía ser parte de la cultura local, una forma de educar con valores. No los juzgo, pues esta práctica seguramente forma jóvenes responsables para el futuro.

 Mi primer encuentro fue con Annabel, la rectora y una de las propietarias del lugar. Vestida con un impecable uniforme negro largo, medias blancas y zapatos negros, irradiaba una seriedad indiscutible. Extendí mi mano derecha para saludarla, pero antes de poder decir "Hola", me entregó unas llaves junto con instrucciones precisas: "Tu habitación es la 540. El almuerzo es a las 14h00, la cena a las 18h00 y las luces se apagan a las 20h00. El cumplimiento de estas normas garantizará tu permanencia aquí". Mi expresión debió ser reveladora porque ella simplemente me observó de abajo hacia arriba se dio la vuelta y se marchó.

 Entendía que, en un lugar como este, donde la mayoría eran personas adineradas, el trato y la educación iban de la mano, pero la seriedad de Annabell era asombrosa. Mientras me encontraba en la entrada, me enfoqué en buscar mi habitación. Y mientras caminaba veía en las enormes paredes que colgaban retratos antiguos, quizás de los primeros propietarios del lugar; eran de esos cuadros que te hablan con sus miradas perfectamente dibujadas. Las lámparas que colgaban del techo iluminaban uniformemente el pasillo, las puertas de las habitaciones eran idénticas solo se diferenciaban por sus números pegados.  Finalmente, llegué a mi habitación. Era espaciosa, con dos camas, dos cómodas y un velador en el centro.

 No esperaba compartir habitación, pero pronto llegó Isabel, quien parecía llevar años viviendo allí por la familiaridad de su rostro. La saludé amablemente, esperando entablar al menos una conversación. "Hola, mucho gusto, soy Glenda. Parece que seremos compañeras de habitación", le dije con una sonrisa. Isabel simplemente respondió con un breve saludo y se acostó. ¿Serían todas así? Antes de la hora señalada por Annabel, decidí explorar el lugar para familiarizarme con las aulas, los alumnos y, con suerte, encontrar a alguien con quien conversar.

 De repente, desde el comedor, escuché un silbido. Al girarme, vi a Flor, cuya sonrisa resplandeciente era difícil de ignorar. Con un gesto de mano, me llamó hacia la cocina, donde me recibió con un abrazo y una cálida bienvenida. "Hola, soy Flor. Es un placer tenerte aquí. Nos habían dicho que llegaría alguien nuevo. Qué bueno que te unas al instituto ", expresó con entusiasmo. A diferencia de las otras personas que había conocido, Flor hablaba mucho más y eso me agradó. "Hola, soy Glenda", respondí.

 Antes de mudarme, entre tantos periódicos y escritos en la web, encontraba información sobre un orfanato que se encontraba en el bosque de Terranova, y que al parecer estaba abandonado, que solo habían dos monjas que se encargaban del lugar y del cuidado de los niños, pero ¿ por qué lo habían descuidado? me cuestionaba mientras trataba de recabar información.

En lo poco que había escuchado de pequeña, en las conversaciones de la tía Rebeca hablando con las amigas mientras se tomaban su acostumbrado té, era de que millonarios despiadados que, avergonzados por las indiscreciones de sus hijas, optaban por un método cruel y clandestino: abandonar a sus nietos no deseados en aquel lugar olvidado. Para ellos, el escándalo de un embarazo sin matrimonio era intolerable, y la solución era desaparecerlos o dejarlos en el orfanato para nunca más volver a enfrentar la vergüenza que los atormentaba. Quise preguntarle a Flor sobre si es un mito o realidad lo que hablaban de Terranova, pero el poco tiempo que mantuvimos conversación no me permitió continuar con lo que quería. 

Al sonar el antiguo reloj de pared marcando las 20h00, las luces se apagaron, sumiéndome en la oscuridad. En ese instante, una sensación de calma y reflexión me invadió, mientras las sombras del lugar parecían envolverme. 

 Al día siguiente, tal como había anunciado Annabel, todos los docentes estábamos reunidos en fila, esperando su llegada que, por cierto, en el lugar la veían como reina.

 "Buenos días a todos. Como saben, tenemos una nueva integrante en el Instituto Terranova. Espero que le den una cálida bienvenida", anunció Annabelle. Luego, dirigiéndose a mí, agregó con un toque de sarcasmo: "Y señorita Glenda, recuerde que aquí venimos a trabajar, no a curiosear". Recordé el incidente de la noche anterior, cuando había entrado por error a su oficina mientras ella estaba al teléfono. Asumí mi error, le pedí disculpas y me dirigí hacia las aulas.

 Al llegar, me encontré con 40 jóvenes sentados en orden, con la mirada fija en la pizarra y una seriedad que no era común en chicos de su edad. "Buenos días, jóvenes", apenas pronuncié esas palabras, y como si fueran programados, se levantaron de sus pupitres para saludarme con un "buenos días, señorita Glenda". Ni siquiera tuve la oportunidad de presentarme, pues parecían saber quién era.

 Aunque aún no comprendía la metodología educativa que seguían, estaba decidida a que en mi clase no serían robots. Quería que aprendieran a su ritmo y de manera divertida. Les pedí que fueran auténticos, que se soltaran más y que nos viéramos no solo como maestra y alumnos, sino como amigos.

 Después de dos semanas y con la colaboración de ellos mismos, logramos cambiar sus patrones de comportamiento. Se volvieron más animados, interesados en aprender cosas nuevas que trascendieran sus planes de estudio. Durante una clase de historia, decidí abordar el mito del Orfanato al mencionar el tema, noté que todos intercambiaron miradas y uno de ellos, en un silencio respondió: "Ese es un tema del que no se habla en el pueblo, maestra Glenda". Mi curiosidad se encendió. ¿Por qué tanto secretismo en torno a ese tema? Me pregunté, sorprendida por la forma con la que trataban el asunto, sin tener respuesta prefería dejarlos ir a su hora de descanso mientras yo salí al amplio patio a caminar un poco.

 Al volver a clases encontré en el escritorio donde tenía mis libros y marcadores, un papel, donde decía que me acerqué al bosque a las 21h30 que tenían un mensaje para mi sobre el orfanato, pensé que era una broma, pero no dejaba de inquietarme aquella situación, a la llegada de los alumnos pregunté quién había dejado esa nota en el escritorio y todos respondieron que no sabían, y que lo mejor que podía hacer era tener precaución.

 Al caer la noche, y conociendo el carácter de Annabell, supe que tendría que ingeniármelas para salir del instituto. Sabía que no sería fácil, dado que las luces se apagan a las 20h00, pero con la ayuda de don Arturo y unos cuantos dulces, logré convencerlo para que me facilitara la salida. Una vez fuera, me dirigí al bosque, siguiendo las indicaciones del papel que tenía en mi poder. El entorno estaba lleno de sonidos de animales y criaturas que rodeaban mi camino. A lo lejos, distinguí a una figura cubierta por un manto negro de pies a cabeza, que resultó ser la voz de una mujer. Estaba segura de que no era ninguno de mis alumnos, a pesar de que los había conocido hace poco tiempo atrás.

 Al preguntarle quién era, se mantuvo distante, sin permitirme acercarme ni ver su rostro. Solo por su voz pude identificar que era una mujer. Sin embargo, su consejo fue claro y tajante: "No intentes investigar sobre el orfanato es el mejor consejo que puedo darte". Intrigada, le pedí explicaciones sobre por qué la gente del pueblo evita hablar de ese lugar, a pesar de mis súplicas, se negó a revelar más detalles y se alejó rápidamente.

 Al avanzar en la dirección en la que se había ido, encontré unas llaves antiguas, de esas que ya no se encuentran fácilmente. Sin dudarlo, las guardé y regresé al instituto con temor, consciente de que debía ser cautelosa para que Annabel no descubriera que me había salido del lugar.

 A la mañana siguiente, llamé a Tía Rebeca para contarle lo que había sucedido, molesta con mi decisión de continuar con la investigación del orfanato, me pidió volver, que me aleje de lo que era hasta el momento rumores, y que allá junto a ella no faltaría nada, intenté calmarla pues no estaba haciendo nada malo, seguramente de tantos rumores se imaginaba lo peor.

 En la hora del almuerzo, intenté conversar con Flor, y preguntarle ya que ella tenía muchos años viviendo en el lugar, -Flor, quisiera preguntarte pero tener una respuesta por lo menos tuya, ya que aquí hay mucho hermetismo sobre ese tema del orfanato, quiero saber por qué tanto misterio con eso, es o no abandonado? murieron niños? ¿mataron a alguien? ¿ya no existe o nunca existió? la llené de preguntas, fueron tantas que Flor no le quedó de otra que responder - mira Glenda, sé que no seguirás mi consejo, porque estás empecinada en saber sobre esa historia, pero sí el orfanato efectivamente existió, existe, y existirá, ¿-pero aún viven niños ahí, quién los cuida? quién está a cargo, al tener por lo menos respuestas de Flor, no paraba de hacerle preguntas, y ella discretamente me llevó al parque del colegio para contarme más.

 Resulta que hace muchos años atrás, el pueblo como sabrás nació de gente muy adinerada, pero muy adinerada, decían que habían familias con una reputación inigualable, eran los dueños de todo, hasta del agua que tomaban los habitantes, a raíz del terremoto, comenzaron a venir personas a vivir al pueblo, pero ellos trabajaban para los adinerados, como le llamaban, estaban a cargo de la limpieza de los palacios grandes en los que vivían, y otras se encargaban de cocinar, se dice que uno de los más millonarios, era Don Hernán, él tenía 4 hijos de los cuales la menor de 17 años  era a quien él repetía con énfasis que sería la gran heredera, de quien estaba totalmente orgullosos, un día ella se enamoró de uno de los hijos de la empleada de don Hernán, quedando embarazada, al enterarse de esto, él con tanta vergüenza, decidió construir un lugar grande muy  grande, donde llevó a trabajar a monjas y ahí envió a su hija Emily, a escondidas de todo el pueblo, quienes solo rumoraban del embarazo pero no lo habían confirmado, él dio la orden a las monjas de nunca dejar salir a su hija, mucho menos dejar que ese embarazo continúe, pues para él fue tal decepción que estaba totalmente seguro de que no quería saber nada de ella,  los otros adinerados al preguntar por Emily, este solo respondía que se había ido a estudiar a otro país y que se había enamorado de un millonario, y que era poco probable que volviese.

 - Y el novio de Emily – pregunté intrigada, - pues de él y de su madre nadie supo, cuentan que a él lo mataron y a su madre la enviaron a otra ciudad o a otro pueblo, es lo que se rumora. - Estoy totalmente desconcertada, pero ¿qué pasó con el orfanato? él le puso el orfanato de Terranova, supuestamente era parte de donaciones para niños abandonados de otros pueblos, claro que él no permitía que se realicen visitas al lugar.

 ¿Y por qué nadie habla del lugar? ¿Por qué todos dicen que está abandonado? bueno Glenda, eso sucedió a raíz de la muerte de don Hernán, dejaron de enviar dinero al lugar, y poco a poco las monjas se iban a otros pueblos, hasta que llegó un día en el que ya no quedaba nadie, es lo que aseguran.

 Pasé toda la noche pensando en lo que me había contado Flor sobre el orfanato, y mis ganas de conocer el lugar eran indudablemente más intensas, era hora de descubrir lo que había en él. 

A la mañana siguiente, solicité un permiso a Annabel, para poder realizarme unos exámenes, evidentemente no era cierto, pero era la única manera de tomarme el día libre, le indiqué que viajaría donde mi tía y con ella estaría por dos días para poder hacer lo que me faltaba. Consulté a Flor si era posible que me acompañe, pues era la única que sabía que realmente iba a buscar el orfanato, pero se detuvo solicitando que tuviese cuidado. Llevé conmigo las llaves que había encontrado pues algo me decía que tenía que ver con el orfanato.

 Caminé por el bosque sin pensarlo, durante toda la mañana, no sé cuánto tiempo me tomé pero al ver al fondo lo encontré, era inmenso incluso creería que más grande que el instituto, y ahí estaba con puertas inmensas, rodeado de maleza, árboles que habían crecido en todo su alrededor, creería que hasta se veía cargado de telarañas, ramas rodeando sus grandes muros de concreto, y una puerta café con una manija en forma de león en medio. Al acercarme mientras veía como caía la noche, con el miedo y el frío que me abordaba, toqué la puerta, que con el simple roce sentía como mis manos se llenaban de polvo, no bastó con más de tres golpes que la puerta se abrió.

 Una vez abierta veía como el lugar realmente era tal como lo había mencionado Flor, de gente adinerada, sus pilares, sus escaleras, y cada esquina era perfectamente bien elaborado, Don Hernán no odiaba del todo a su hija, porque el lugar era como un palacio para alejarla del mundo exterior.

 Al comenzar a explorar el lugar, el único sonido que rompía el silencio era el de los animales: maullidos de gatos y el revoloteo de insectos por toda la casa. "¿Hay alguien ahí?", pregunté en medio del eco, al escuchar un objeto caer desde el segundo piso. Los pasos cortos resonaban, las luces permanecían apagadas. Tomé mi linterna y avance, sintiendo el miedo carcomerme por dentro, cada paso haciendo que mi piel se erizara. La realidad del orfanato abandonado era palpable, pero mi mente seguía llena de preguntas sobre Emily y su hijo o hija. Las dudas me mantenían anclada al lugar.

 A medida que me adentraba más en el sitio, mi curiosidad se agudizaba. Quería descubrir qué había sucedido exactamente, que pasó con todos los niños que habían llegado al lugar, qué pasó con la monja que quedó a cargo, no tenía respuestas y no podía irme sin ellas. Al llegar a una habitación encontré una muy pero muy antigua cámara, de las de rollo, llena de polvo y con casetes viejos tirados por la sala, entre esas decía Familia Smith, era el apellido del padre de Emily, procedí a sacudir el polvo que envolvió al rollo y a la cámara, golpeaba intentando prenderla pero me resultaba inútil, no conseguía encenderla, de pronto escucho como la puerta inmensa de manera se cierra el susto fue tal que salí corriendo de la habitación para ver quien había entrado, pero no era más que un animal.

 Al continuar con el intento de encender la cámara antigua, con unos cuantos golpes lo pude prender, no dudé en buscar un lugar donde pueda trasmitir el rollo, y  ahí estaban ellos los Smith al parecer era un video recopilatorio de Don Hernán,  mientras veía el video, pasaban imágenes de él recorriendo el orfanato, calculo unas 8 monjas atrás caminando mientras la superior le mostraba el lugar, todo se veía antiguo muy antiguo pero a la vez un toque de modernidad, pero hay algo que al fondo llamó mi atención, a lo lejos vi una persona entrando a una habitación, que por la calidad del video no se divisa bien, pero tenía un vestido largo blanco de esos que llegaban hasta los tobillos, se ve como se cierra con fuerza la puerta mientras don Hernán veía en dirección a la misma con las monjas, me hubiese gustado tener contacto de quien grababa pues pésima calidad no haber grabado el momento para saber quién estaba tras la puerta - me repetía mientras limpiaba los otros casetes.

 Al caer la noche, mi preocupación por buscar un lugar me llevó hacia la puerta, era la misma que reflejaba en el video, estaba cerrada a tal punto que tenía cadenas oxidadas, grandes y antiguas, un candado que no se quería romper, mientras intentaba romperlos, recordé la llave que  había encontrado en el bosque cuando me advirtieron del lugar, era muy claro que pertenecía a esta puerta, coincidentemente abrí la puerta y  de la habitación salieron murciélagos sobre mi cabeza, ardillas y más animales que hicieron que gritara del susto.

 Era un cuarto enorme, al entrar solo había una cama tendida tan perfectamente que pareciese que nadie la hubiera usado, cortinas de color café por el tiempo y en la cama, una carta que decía lo siguiente:

 - Padre, es inaudito que aún después de tantas cartas no tenga tu visita en el orfanato, quiero que sepas que estoy bien, que aquí me tratan bien y que solo quisiera volver a verte una última vez, los niños que han llegado corren por toda la casa, estoy ayudando a la madre superior a cuidar a los bebés que vienen de las otras ciudades, quiero que sepas que aún me duele el haber perdido a mi hija por tu indolente forma de pensar, es un dolor que jamás superaré, espero pronto pueda salir de aquí y encontrarte.- Con poco cariño Emily.

 Vaya, qué sentimiento y fuerte estuvo, doblé la carta y la guardé en mi bolsillo, de algo me serviría, al revisar el lugar en el armario encontré ropa muy antigua y sucia de una niña, pero me preguntaba de quién, si esa habitación era de Emily y se suponía que ella nunca tuvo a su hijo o hija, por qué había cosas aquí como si lo hubiese tenido.

 Mientras más buscaba era más profundo el olor a pasado que se encontraba en el lugar, el frio entraba por las ventanas rotas sin reparar y las cortinas se movían formando sombras como fantasmas, de pronto debajo de la cama en una esquina encontré un baúl, antiquísimo, al abrirlo cosas de bebés y fotos de quien creería era Emily así mismo fotos de juguetes ,mientras revisaba todo lo que había en el baúl, escuché a Anabel en la parte de abajo gritando mi nombre, - Glenda, Glenda, otra voz se me hacía tan familiar - Era mi tía Rebeca, mientras subían corriendo las escaleras encontré una foto, la foto de una pequeña niña en brazos de Emily, junto a ellas alguien que parecía ser Annabel de joven y mi tía Rebeca, al entrar a la habitación ambas vieron que cargaba la foto en mis manos, el asombro fue tanto que al descubrir que la de la foto era yo de inmediato me desmayé.

 -Glenda, hija, despierta, estás bien? - al despertar me encontré en el instituto, en mi habitación, y mi tía Rebeca junto a mí, y quienes rodeaban la habitación estaba Annabel, Flor y los demás docentes, me sentía algo extraña, todos me veían, le pregunté que había sucedido,  todos se vieron a la cara angustiados y solo respondieron te desmayaste mientras hacíamos una actividad en el parque, sabía que eso no había pasado, les repetía que me estaban mintiendo, que yo había ido al orfanato, al no querer creerme le pedí a Flor que les diga la verdad que yo le había contado a ella lo que iba hacer, ella me miró sonrió y me dijo - Glenda, querida, no entiendo de qué hablas, nunca saliste del instituto -

Todos comenzaron a reírse y mofarse de mí, mientras me veía tirada en la cama sin poder moverme porque sentía como mis brazos estaban sujetos a una cama como si estuviese loca, le pedí a mi tía Rebeca que me saque del lugar, y ella solo reía.

 Nunca salí, siempre fui parte del orfanato, siempre estuve ahí...la hija de Emily era yo..

 Pasaron muchos años para que Glenda comprenda que vivió durante toda su vida en el orfanato, que nunca salió del lugar, que el creer que se había mudado era parte de su imaginación al querer huir del sitio.

 Emily murió unos meses después del nacimiento de Glenda, al no soportar la pérdida de su novio y el no soportar la idea de estar tanto tiempo encerrada. Glenda creció con Annabel, quien era la superior que estaba a cargo del lugar y Rebeca la madre del hombre a quien amó por siempre Emily.

 



Comentarios

  1. Excelente historia que no está tan lejos de la realidad de hace unos siglos atrás.

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