El tren de Hamburgo
El Tren de Hamburgo Por Génesis Barrera. @genesisentrelineas Corría el año 1980, acostumbraba a asomarme por la ventana únicamente para verlo pasar. No era un tren cualquiera. Su color, era como aquellos recuerdos olvidados, parecía arrastrar consigo no solo vagones, sino también los años. Los fierros oxidados crujían al doblar la curva, como si cada trayecto le cobrara una deuda al pasado. Era un tren viejo a su suerte seguía allí, puntual, como si el tiempo no se atreviera a retirarlo. —¿Alguna vez lo repararán? —me preguntaba en voz baja, mientras apoyaba la frente contra el vidrio frío de aquella diminuta ventana que daba directo a la parada del tren de Hamburgo. Tenía apenas catorce años cuando papá, en uno de esos arranques suyos de ternura, me sorprendió con un regalo tan inesperado como encantador: una ciudad diminuta. No era un juego cualquiera, sino una maqueta, con tejados rojos que parecían arder en las tardes de sol, árboles de papel recortados con precisión y parede...





